Cualquier sociedad que valga la pena llamar «anarquista» va a ser una que pueda adaptarse continuamente a las necesidades y deseos de los individuos dentro de esa sociedad. Esta adaptación también debe ser para los intereses de toda la comunidad, no hacia los objetivos limitados de una clase específica de personas. Debe haber una incesante experimentación social, y debe haber incentivos para desarrollar instituciones que beneficien a todos y eliminar las que no lo hagan
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