¿Es la Propiedad un robo?

Traducido por Carlos Clemente para C4SS.

¿Es la Propiedad un robo? fue escrito originalmente por Less Antman y publicado en su blog, Anarchy Without Bombs el 7 de marzo de 2010. Lo que sigue es una versión actualizada que Antman facilitó a C4SS.

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“¡La propiedad es un robo!”, fue el grito de batalla de un prominente anarquista francés en el siglo XIX. “Au contraire, mon frère”, replicó otro. “¡La propiedad es la libertad!”.

“Ambos están equivocados”, dijo un tercero. “La propiedad es imposible!” ¿Cómo esta gente se llevaba bien entre sí? Es increíble. Más aún, puesto que no son tres, es uno, Pierre Proudhon, autor de las tres frases.

Todos los anarquistas apoyan los derechos de propiedad, incluyendo aquellos que se oponen a los derechos de propiedad. Y todos los anarquistas se oponen a los derechos de propiedad, incluidos los que apoyan los derechos de propiedad. El contexto lo es todo. También lo son las definiciones.

La propiedad es un robo

Proudhon no era tonto: reconoció la ironía de esta afirmación, ya que en el proceso de condenar a la propiedad, la estaba confirmando. Sin el concepto de propiedad no puede existir un concepto de robo. Así que vamos a tratar de averiguar lo que realmente pudo querer decir.

Cuando Proudhon escribió estas palabras, mayormente, la forma más importante de la propiedad era la tierra, y la mayor parte de la propiedad de la tierra fue el resultado de las reclamaciones arbitrarias impuestas por el gobierno de turno en vez de de la ocupación y el uso, o las transacciones voluntarias entre personas de bien. En resumen, la mayoría de propiedad en el momento estaba en manos de ladrones.

Los anarco-capitalistas serios conceden este punto, e insisten en que sólo apoyan los derechos de propiedad basados en la ocupación y el uso, y que así dan respuesta en su totalidad a la objeción anarco-comunista a la propiedad privada. Pero no lo han hecho. Porque otro punto fundamental es que los dueños de la tierra en ese entonces creían tener el derecho exclusivo a determinar todo lo que podía sucederle a las cosas y personas que se encontraran en sus tierras. Y algunos anarco-capitalistas defienden ese punto de vista. Curiosamente, muchos de ellos defienden este punto de vista como una consecuencia lógica del principio de que uno es dueño de sí mismo.

El ser dueño de sí mismo

Como he señalado antes, mi definición favorita de la anarquía viene de Roderick Long:

Las otras personas no son tu propiedad

Todavía me falta conocer a algún anarco-capitalista opuesto a esta definición. Casi todos ellos también están de acuerdo con la formulación de Thomas Jefferson de los derechos del hombre en la Declaración de la Independencia, donde se establece que los derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad son inalienables, lo que significa que son “incapaces de ser repudiados o transferidos a otra persona”.

Pero si “se disparará a los intrusos” es una manera válida de defender los derechos de propiedad, entonces queda claro que el ser dueño de sí mismo no servirá de mucho: tus derechos inalienables solo existen mientras puedas encontrar un pedazo de suelo que no sea propiedad de nadie, ya que fuera de él podrás ser considerado como un intruso ilegal.

Sí, por supuesto, yo podría matar a alguien que cometa una amenaza creíble a mi vida, pero esto es cierto ya si me agreden en la casa que tengo, el apartamento que alquilo, en el hotel donde me alojo, o el restaurante en el que estoy comiendo: no tiene nada que ver con que yo sea el dueño de la propiedad.

Las “comunidades de propietarios” no son otra cosa que una instancia del propietarismo extremo. Los defensores de estas comunidades a veces afirman que cualquier regla se puede establecer y aplicar, siempre y cuando la propiedad haya sido legítimamente adquirida . Una vez más, cualquiera que defienda esto y que sostenga que el ser dueño de sí mismo es inalienable debería considerar la manera en que está devaluando este principio. Puedo decir con seguridad que nunca han tenido que lidiar con las normas de un consorcio o condominio.

La propiedad es Libertad

Sin embargo, yo no vengo a enterrar los derechos de propiedad, sino a alabarlos. Un pronunciamiento posterior de Proudhon reconoce los derechos de propiedad como baluarte contra las violaciones del gobierno a la vida y a la libertad. Creo que tenemos que ir más allá: los derechos de propiedad han demostrado ser un medio indispensable para reducir la violencia social en general. Como James Payne ha documentado en Una Historia de la Fuerza, el mundo se ha hecho cada vez más y más pacífico a través de los siglos, y el creciente respeto a los derechos de propiedad es probablemente una de las razones. John Hasnas ha escrito una excelente descripción (PDF) de cómo la ley se desarrolló en la vieja Inglaterra, con los derechos de propiedad que surgen como una alternativa eficaz a las venganzas familiares. Y Bruce Benson, en sus muchos estudios en La Empresa de la ley: Justicia sin Estado, ha identificado los derechos de propiedad como una característica de todos los sistemas jurídicos que se desarrollaron sin planificación central. Cuando a los anarco-capitalistas se les pide ejemplos históricos de sus sociedades, por lo general escogerán casos que duraron varios siglos como la Irlanda celta o Islandia vikinga, mientras que los anarco-comunistas apuntan a experimentos a corto plazo, como las comunas de París y la Revolución Española. Lo que hace parecer que las sociedades anarquistas que respetaron los derechos de propiedad tardaron mucho más en sucumbir. Por desgracia, al igual que prácticamente todos los gobiernos de la historia, casi todas las anarquías de la historia se mantuvieron por tiempo limitado. Pero hablaremos de esto más adelante.

La propiedad es imposible

El trabajo de Hasnas es especialmente instructivo, ya que señala los límites de la propiedad que naturalmente surgieron. Las servidumbres son un ejemplo obvio: si usted es dueño de un pedazo de tierra, y yo adquiero, incluso por apropiación legítima, todas las tierras que rodean su terreno original, yo no adquiero el derecho a encerrarlo negándole el acceso a mis tierras para que usted pueda salir. Sería inútil poseer la tierra, pero nada del espacio por encima de la tierra, y sin embargo no puedo poseer todo desde la superficie de mis tierras al fin del universo (todavía me pregunto qué existe un kilómetro más allá del fin del universo). No puedo impedir que el aire y la luz entren a mi propiedad, y prohibir todas las moléculas que considero contaminantes (especialmente ahora que muchos piensan que el carbono es un contaminante). El absolutismo propietario rápidamente se convierte en absurdo. Y todo es porque miramos la propiedad incorrectamente, tratando de obtener un conjunto único de normas para todas las situaciones a partir de primeros principios, cuando la propiedad es, de hecho, una herramienta para solucionar problemas adoptada por individuos dueños de sí mismos con el propósito de vivir en paz y armonía con los demás.

Un conjunto de derechos

La propiedad no es un derecho individual, sino un conjunto de derechos diferentes que pueden ser desglosados, cuando así convenga. La Premio Nobel de Economía 2009, Elinor Ostrom, quien murió a principios de este año, realizó el trabajo de determinar cómo las personas reales han resuelto los problemas relacionados con los recursos comunes que se resisten a ser tratados tanto con soluciones estatales como privadas. Se refirió a por lo menos 5 diferentes categorías de derechos de propiedad: el acceso, la extracción, manejo, exclusión y alienación, y destacó que es evidente que no se trata de un “todo o nada”.

Uno puede hacer distinciones aún más precisas. Si yo trabajo y ocupo una propiedad con el propósito construir mi casa, ello puede incluir el derecho a no sufrir ruido que me perturbe, pero si lo que quiero construir es una fábrica, ese derecho puede que no exista. Puede que yo vea mi propiedad como orientada al cultivo de alimentos, otro puede utilizar la misma propiedad para el senderismo, otro como un camino para llegar a un destino próximo, y siempre y cuando los usos posteriores no interfieran con los anteriores, cada uno legitima sus derechos sobre la misma propiedad. Por supuesto, cuando alguien obtiene una propiedad para residir allí debería tener un derecho más fuerte en cuanto a poder excluir a otra gente. Sin embargo, la razonabilidad debe prevalecer.

Nuestro derecho legítimo sobre una propiedad depende del grado en que la estemos usando y la manera como la estamos usando, y abandonamos ese derecho cuando se hace evidente que hemos dejado de utilizarla (como Bill Orton ha sugerido, gran parte de la diferencia entre teorías anarcocapitalistas y anarcocomunistas puede describirse como qué tan “pegajosa” se hace la propiedad una vez se usa y se ocupa).

Una vez se deja de tratar al uso y ocupación como la garantía de control total y permanente sobre la propiedad mediante el simple acto de mezclar un poco de trabajo con ella o rodearla con un cerco, ampliamos enormemente el número de personas que apoyan los derechos de propiedad. Incluso los anarco-comunistas apoyan la posesión, un derecho a no ser despojados violentamente de la propiedad, siempre y cuando una persona la esté usando. Y mientras que muchos de ellos tienen una exasperadamente vaga idea del lapso de tiempo para considerar una propiedad abandonada, y consideran que prestar una propiedad está bien y transferirla también, pero prestar una propiedad a cambio de una transferencia (alquilar) no lo está, no están tan locos como para argumentar que una persona que se levanta de la cama para ir al baño la ha abandonado, dejándola disponible para ser reclamada por otra persona, como algunos han afirmado.

Del mismo modo, uno de los más conocidos preceptos de derecho común en el mundo inmobiliario relativamente pegajoso en el que vivimos es “la posesión es nueve puntos de la ley”, y si bien esto no fue literalmente entendido en el estatuto, así lo fue en gran medida para el sentido común de la persona promedio en el mundo anglo-sajón. El principio jurídico aceptado de transferencia de dominio se deriva de ella, y los juristas se han referido a lo largo de los siglos como una idea válida si no es una declaración matemática literal. Por tanto no podemos ir denostando a los anarco-comunistas y espumando rabiosos diciendo que quieren posesión y se oponen a la propiedad.

Además, incluso dentro de los límites en que los derechos de propiedad son legítimos, la resolución de disputas sobre la propiedad no puede tener una base territorial, porque ello sería asumir lo que se está intentando demostrar. ¡Usted no puede hacer eso en mi propiedad! ¿Quién lo dice? ¡El juez lo dice! ¿Qué juez? ¡El juez que he seleccionado para todas las disputas que involucran mi propiedad! ¿Quién dice que es su propiedad? ¡El juez! ¿Qué juez? ¡El juez que he seleccionado para todas las disputas que involucran mi propiedad! ¡Quiero un juez diferente! ¡No tienes opción, ya que estás en mi propiedad! ¿Según quién? ¡El juez! ¿Qué juez? ¡El juez que he seleccionado para todas las disputas que involucran mi propiedad!

Anarquía sostenible

Los anarquistas suelen encontrarse con un argumento circular cuando se trata de defender la viabilidad de nuestros puntos de vista, propuesto por personas que piden ejemplos históricos. Si señalamos que todavía no ha habido un experimento anarquista completo, esto se toma como que somos utópicos. Si proporcionamos ejemplos claros del mundo actual, como en el excelente trabajo de Hasnas La Obviedad de la Anarquía (PDF), todos nuestros ejemplos son descartados porque están ocurriendo dentro de una sociedad que todavía tiene un gobierno (aun cuando su existencia no tiene una conexión creíble a los ejemplos). Y si damos ejemplos históricos, de los cuales hay varios, de aproximaciones razonablemente cerca de lo que proponemos, nos cuestionan el por qué dejaron de existir.

Tomando en cuenta su larga duración, creo que los experimentos ancaps han sido más exitosos que los experimentos anarco-comunistas. Pero creo que los anarco-comunistas tienen la respuesta a por qué el primero todavía eventualmente falló: la concentración de poder es peligrosa aún cuando es consecuencia de una conducta voluntaria. Tanto en Islandia como en Irlanda, la ley de la propiedad privada y voluntaria prevaleció durante siglos, pero la aceptación del cristianismo y, sobre todo, del diezmo de dinero a la iglesia, dio lugar a concentraciones crecientes de la riqueza en las manos de los que supervisan las operaciones de la iglesia, y lo que era voluntario se tornó coercitivo cuando la concentración de riqueza habilitó el poder de coacción.

Por lo tanto, hay derecho a cuestionar la jerarquía en todas sus presentaciones, incluyendo las relaciones entre propietarios e inquilinos y las relaciones obrero-patronales. Eso no significa ilegalizarlas, pero sí significa estar incómodo con todos los desequilibrios de poder y abordar las razones para esto. En la actualidad, una enorme cantidad de tierra está inhabilitada para la ocupación y el uso, incluso dentro de las ciudades, y el licenciamiento y la regulación gubernamental se utilizan para destruir un sinnúmero de oportunidades para el empleo por cuenta propia. Leyes de propiedad intelectual se utilizan para evitar que la gente use sus propios bienes tangibles para aplicar sus conocimientos propios, y las únicas personas que pueden permitirse el lujo de hacer cumplir estas leyes son los más ricos a causa de un sistema de monopolio legal cuyo uso es exageradamente caro. Elimínense estas restricciones y los desequilibrios de poder por los que se culpa al capitalismo se hacen muchísimo menores.

Y si prestamos atención a las palabras de los anarco-comunistas más inteligentes en vez de ridiculizar sus puntos de vista, descubriremos que los métodos que proponen para eliminar las jerarquías no-violentas a las que se oponen son no-violentos y completamente coherentes con un libre mercado. A mi modo de ver, no solo somos aliados acerca de las cuestiones más importantes de nuestro tiempo, como la intervención militar, la prohibición de drogas, el bienestar corporativo, y las licencias, las regulaciones y los impuestos que destruyen las oportunidades de la persona promedio, estamos aliados incluso contra la jerarquía. David Friedman, cuya obra La Maquinaria de la Libertad (PDF) me convirtió al anarco-capitalismo (aunque ahora prefiero decir que soy un anarquista de mercado, anarquista de derecho común, o simplemente anarquista), dejó en claro que él prefiere fuertemente una sociedad de empresarios individuales en lugar de las grandes corporaciones, y que ve la extensión del libre mercado como la mejor manera de lograrlo.

En la anarquía, las redes sustituyen a las jerarquías como herramientas para organizar la sociedad. Del mismo modo, creo que los precios sustituirían a los jefes en una sociedad en la que las actividades se coordinan con el sistema de precios en lugar de tener gente que da órdenes y gente que las obedece. Pero, además de eso, necesitamos vigilancia contra los desequilibrios de poder que se desarrollen, incluso cuando se trate del resultado de acciones voluntarias. Boicotear a las empresas que tratan mal a los trabajadores o usan su poder económico para restringir la libertad de mercado es una obligación para mantener una sociedad libre (me pasé de un iPhone de Apple a un Android de Google exactamente por esa razón). Aislar a los acumuladores de riqueza que no hacen nada para ayudar a los menos afortunados y alabar a los que utilizan la riqueza en beneficio de la sociedad son también parte de esto que digo.

Me gusta especialmente la idea de fondo de comercio como la moneda final, como William Gillis escribió en el 2009 en su sitio web, Human Iterations. En una sociedad anarquista, nunca hay que olvidar que los ricos dejan de ser ricos si el resto de la sociedad opta por no reconocer sus derechos de propiedad: desde el momento en el que alguien reclama el derecho a más de lo que personalmente pueda controlar, está confiando en que otras personas atiendan a dicha reclamación. Así que hay que ser amable con la gente.

Para servir al hombre

Bueno, es la hora del libro de cocina anarquista. Yo creo que la propiedad es un solucionador de problemas, una herramienta útil para la consecución de la paz social y la eficiencia económica que beneficia a la sociedad enormemente. Sin embargo, es una convención social útil, no un derecho absoluto derivable del principio de ser dueño de uno mismo: no hay ninguna razón por la que una persona nacida en el año 2100 debería tener menos derechos que una persona nacida en el año 2000, pero si el mundo entero se convierte en propiedad privada, y los dueños de las propiedades pueden establecer todas las reglas que rigen sobre éstas, entonces toda persona nacida después de esa fecha será esclava, y el principio de ser dueño de uno mismo se convertirá en un chiste. Por otra parte, los límites a los derechos de propiedad ya han sido reconocidos en el derecho común, y los ancaps necesitan dejar atrás esa versión caricaturesca de la ley contractual y aprender acerca de coacción, influencia indebida y adhesiones. Hemos modificado el derecho contractual suficientemente en los EE.UU. para reconocer que los empleados tienen el derecho de renunciar a su trabajo, incluso si firmaron un contrato por varios años (a excepción de aquellos que se unen a las fuerzas armadas del gobierno), y los deudores pueden tener sus obligaciones canceladas en quiebra y no terminar en la cárcel si no pagan (a excepción de los que no pagan los impuestos del gobierno). En pocas palabras, la santidad del contrato ya ha sido reconocida como un concepto intolerable bajo la ley, porque viola el principio de que uno es dueño de sí mismo.

Todo lo que la anarquía requiere es que aceptemos la idea de que las otras personas no son de nuestra propiedad. Con eso solo, vamos a crear todo el orden y la organización que se requiera en un ambiente de respeto mutuo. Cuando tengamos conflictos que no podamos resolver, crearemos herramientas para resolverlos. La historia nos dice que la propiedad privada es una de esas herramientas, pero no debemos elevarla al nivel de un fetiche que anula nuestro sentido común y nuestra humanidad.

Todos podemos vivir juntos

Lo que más me hace optimista sobre el futuro del movimiento anarquista es que la realidad siempre triunfará sobre la teoría. Tanto el anarcocapitalista que insiste en que la ocupación y el uso crea dominación total y permanente sobre la localidad, como el anarcocomunista que insiste en que toda propiedad privada es mala, se inclinarán a la realidad de que si bien pueden seguir utilizando las herramientas de la persuasión, el ostracismo y el boicot, en última instancia, tendrán que vivir en el mundo tal como es. No veo ninguna evidencia en absoluto de que las sociedades anarquistas que pretendan éxito puedan adoptar cualquiera de los extremos (y si me equivoco, me inclino ante esa realidad). El artículo de Hasnas que cité anteriormente sugiere que las personas crean derechos de propiedad cuando éstos resuelven un problema y hacen excepciones cuando esas excepciones resuelven un problema. El derecho común se desarrolló a partir del sentido común de la gente.

La anarquía no es un sistema. Ni siquiera es un ismo, aunque a veces se use la palabra “anarquismo”. Es una actitud de respeto a los demás, y un rechazo de las relaciones amo-esclavo (sin exceptuar a los funcionarios estatales). Lo que crece a partir de un ambiente de respeto mutuo es impredecible, difiere de un lugar a otro, cambia con el tiempo. Yo creo que la propiedad privada ha demostrado su valor, pero que no es sostenible sin la desconfianza a todas las concentraciones de riqueza y poder, incluso voluntarias. Por mucho que creo que los anarcocomunistas están totalmente equivocados acerca de la necesidad de abolir la renta y los salarios, creo que tienen toda la razón sobre la necesidad de sospechar de todos los desequilibrios de autoridad y de condenar abiertamente aquellos que se aprovechan de tales desequilibrios.

¡Arriba la propiedad! ¡Abajo la jerarquía!

[Nota final: no estoy diciendo que mis interpretaciones de las consignas de Proudhon sean idénticas a las suyas. Proudhon ni siquiera puede decir estas cosas, porque hablaba francés. Pero creo que él y yo habríamos sido amigos, por lo menos hasta que llegásemos a una discusión sobre vinos franceses contra californianos.]

Nota del traductor

Considero este ensayo la mejor conciliación entre escuelas anarquistas que he leído, difiero de que los que abiertamente postulen la “autoridad privada” puedan considerarse anarquistas y de igual manera defiendo la propiedad privada como un derecho natural derivado del auto-gobierno, aunque reconozco que su rol principal en la sociedad sea utilitario y además apuesto por la armonía de socialistas y liberales sin pretensiones de estado dentro de un mercado libre donde la defensa de nuestros intereses se funde en nuestras manos.

Como dice un gran amigo mío, Santiago de Dios, la anarquía de mercado se tratará de empresarios temiendo a la gente y no de un mundo sin empresas (comunismo de estado) ni de un sistema de dominio empresario (capitalismo).

Traducido del inglés por Nicolás Morás.